Sellos de amistad.
Las hojas de otoño ya debían de caer de los árboles, volando amarillas y naranjas, pero la brisa siseaba cálida y agradable por entre las ramas. Dulzores de capuchino y pasteles de canela daban al lugar un sabor inequívoco, bohemio y perenne. Tintineaba ya la campanilla, eran las cinco y media.
Para Eva y Marta.
Las hojas de otoño ya debían de caer de los árboles, volando amarillas y naranjas, pero la brisa siseaba cálida y agradable por entre las ramas. Dulzores de capuchino y pasteles de canela daban al lugar un sabor inequívoco, bohemio y perenne. Tintineaba ya la campanilla, eran las cinco y media.
Para Eva y Marta.