La viña esta pintando
La Rioja.
Caminando entre el viduño recordó con intensidad y melancolía aquellos mágicos días que compartía de niña con ellos.
Recordaba a su abuelo Celso, antiguo viñador de aquellas cepas, con qué mimo guardaba y hablaba de sus frutos; granos jugosos, pintados y delicados que nacían apiñados en los racimos a lo largo del majuelo.
A su abuela Rosario, con pañuelo y sombrero alto de paja preparando los cestos de castaño para llevar al río a recalar, no fuera que el mimbre rompiera en la vendimia.
La suave oscilación del viejo carro del que tiraba la yegua Tuna, dónde viajaban hasta la casona familiar los racimos reposados en sus cestos.
Pero sobre todo recordaba, cómo su abuela, mujerona riojana, se descalzaba y recogía la falda de paño para subir al lagar y pisar con fuerza la uva, hundiendo los pies en tempranillo, tintando de púrpura sus piernas y salpicando la fina muselina de sus enaguas.
El olor entre ácido y dulzón que invadía el aire mientras caía el zumo en la cubeta a borbotones al ritmo de sus pisadas, y cómo el abuelo le transmitía a su niñaElvira la misma pasión por el vino, ofreciéndole un trozo de hogaza remojada en aquel rico mosto.
Elvira, Ingeniero Agrónomo, daba por finalizado un intenso verano de trabajo e incertidumbres con una estupenda noticia, por fin le concedían la beca de Especialización Superior en Viticultura y Enología.
Microrelato Cristina Labad