La pasajera melancolía.
La bruma densa de la mañana borraba la fuerza de un mar agitado.
El rugido del oleaje y las tonalidades degradadas de azules y grises invadían mi playa solitaria.
A lo lejos Soledad, de pelo plateado, aspecto sereno y pañuelo de Hermès. Largaba la caña en la orilla del mar, sentada en una pequeña silla de tijera y sin perder la postura elegante que la caracterizaba.
15 días de descanso anuales en la costa, dónde comparte sola los instantes con la pasajera melancolía que nos trae el Otoño.
Microrelato Cristina Labad